Comunicados Oficiales y Mensajes

Discurso del ciudadano Mayor General Alexis José Rodríguez Cabello, Comandante General del Ejército Bolivariano, en ocasión de celebrarse el 199° Aniversario de la Batalla de Carabobo y Día del Ejército Bolivariano.

Nos hemos reunidos aquí, en este templo, para celebrar el Centésimo Nonagésimo Noveno Aniversario de la Batalla de Carabobo y Día del Glorioso Ejército Bolivariano. En esta sabana, que es crisol y suelo sagrado de la Patria, donde aún se escucha el retumbar de los cañones y el estruendo de los fusiles, se libró una extraordinaria batalla, que no fue un simple hecho de armas o el producto de una casualidad de aquella guerra que ya llevaba diez años de exterminio.

Hoy, 24 de junio de 2020, debemos ordenar batallones de ideas para brindar un justo y merecidísimo tributo a estos hombres del glorioso Ejército Venezolano, quienes calzando las alpargatas, montando sus caballos, y empuñando sus lanzas en esta llanura infinita de Carabobo derramaron su sangre; sangre de héroes, sangre de negros, sangre de blancos, sangre mestiza, sangres en sangres dispersas, de hombres como Manuel Cedeño, Ambrosio Plaza, y el Negro Primero, en fin, sangre de cientos de soldados, tejedores de atarrayas de ideas, hazañas y glorias por la libertad sagrada de nuestra gran Venezuela.

No se puede hablar de Carabobo, la victoria alcanzada el 24 de junio de 1821, sin tener una visión amplia de los antecedentes que marcaron el destino de nuestra independencia.

Era la postrimería de la Campaña Libertadora de la Nueva Granada, en el año de 1819 y hecho realidad el sueño del Libertador con la creación de la Gran Colombia, ya necesario era la destrucción del Ejército del General Morillo; para ello, el Libertador pone en práctica una idea estratégica que había concebido desde 1817. Ésta se recoge en una carta escrita al General Rafael Urdaneta, el 10 de enero de ese año, en la cual le expresa:

“…ocupando Los Llanos, con el Gran Ejército que debe darnos esta reunión, se verán los españoles, en el caso de encerrarse dentro de Caracas o los Valles de Aragua, y nosotros podremos obrar libremente en un territorio inmenso, abastecido de víveres y atacarlos después de consultadas nuestras fuerzas y combinados nuestros movimientos y operaciones”. Fin de la cita.

 Un solo objetivo general, a partir de esa fecha, ocupará la atención del estratega: Cercar al Ejército Expedicionario español, obligarlo a refugiarse en Caracas y los Valles de Aragua, cortar sus comunicaciones con el interior y exterior de la República y combinar las operaciones para derrotarlo en una batalla decisiva. Esta estrategia permanecerá invariable en las campañas de 1817, 1818 y 1819 hasta culminar en la gloriosa Batalla de Carabobo de 1821.

El primer paso para cortar las comunicaciones del enemigo con el exterior lo concibe el Libertador, en 1819, cuando contra todo pronóstico, decide en pleno invierno, atravesar los llanos del Casanare y remontar la cordillera andina para caer por sorpresa en Boyacá y así consigue liberar la Nueva Granada.

Privado el General Morillo de esta vital base de operaciones, entiende que el Libertador ha recuperado la iniciativa y su actitud tiene que ser ahora defensiva.

Para coronar este triunfo que le ha obsequiado la oportunidad y la audacia, Bolívar, en 1820, recibe la extraordinaria noticia de que en España ha ocurrido un evento trascendental. Hay un levantamiento militar en la Península, se trata de la rebelión, hoy conocida como de Riego y Quiroga en alusión a los oficiales españoles que se alzaron contra el Rey Fernando VII.

Su mente, rápida como la luz de un relámpago, infiere que es la oportunidad que ha estado esperando.

De ser ciertas estas noticias, los españoles se verán privados de recibir más refuerzos y la expedición de veinte mil hombres adicionales que esperaba con apremio el General Morillo, nunca saldrá de los puertos, donde esperaban la orden de embarcar.

Consciente de esta situación, el General Morillo es obligado a establecer un armisticio con los rebeldes patriotas y plantear un tratado para humanizar la cruenta guerra que desde sus inicios, hasta el momento presente, no permite hacer prisioneros y se lleva a cabo hasta la muerte. Por primera vez, en nueve años, hay una tregua y el Libertador la aprovecha para afinar los planes de campaña que implementará de no lograr la paz con los realistas.

Tal y como lo había deseado el Libertador, el Ejército Español se encuentra ocupando la zona norte costera, desde el Occidente hasta Barcelona. A su retaguardia, conserva el mar. Los patriotas, por su parte, rodean las posiciones enemigas en una especie de media luna, están en dominio de los llanos del Orinoco y de la rica provincia de Guayana. Además, han privado a Morillo del territorio Neogranadino por lo que sus posibilidades de resistir mucho más tiempo, son limitadas.

Esto hace que Morillo inseguro del Ejército Realista, avizorara la inminente llegada del fin, y consecuentemente, pedía a la Corona Española reemplazos: “Hombres, según escribía él al rey, hombres, con quienes vencer a Bolívar, alma indomable, a la que solo bastaba un triunfo, el más pequeño para adueñarse de 500 leguas de territorio…y no hallo, decía Morillo, como ponderar su actividad… muchas fuerzas se necesitan para vencer a estos rebeldes, que no desmayan con ninguna derrota y que están resueltos a morir antes que someterse”.

Mientras ocurren las conversaciones del armisticio y el Tratado de Regularización de la Guerra, el Ejército Libertador es rearmado, equipado y reorganizado. En todos los mandos, se colocan oficiales de prestigio, ya probados en combate y sólo es cuestión de dar la orden para que las fuerzas se pongan en marcha.

Durante el breve periodo de paz que dura el armisticio, Bolívar y Morillo se conocen, se estrechan las manos, se abrazan y conversan. El curtido guerrero español sabe que los días de España, en tierras venezolanas están contados. Él mismo ha pedido que lo releven del mando y dentro de poco tiempo, espera marcharse. Sus manos no firmarán una capitulación que ponga fin al dominio español en Venezuela.

Semanas después, el General Morillo cede el mando al General Miguel de La Torre, menos activo, menos militar que el Conde de Cartagena, como se le llamaba al General Morillo. Esto era ya, una inmensa victoria que dejaba una suculenta escena que aseguraba una pronta libertad de toda Venezuela.

Cuando la provincia de Maracaibo, hasta ese momento, bastión de los españoles  se alza a favor de los patriotas, llega  la oportunidad de romper la tregua y por ende, el armisticio. Así, se reanudan las hostilidades el 28 de abril 1821, y tal como estaba previsto, comienza la campaña que culminará en Carabobo.

El plan es genial y el objetivo principal consiste en aproximarse al enemigo, desde varias direcciones para obligarlo a extender sus fuerzas y debilitar sus posiciones.

Así ocurre, y las diferentes diversiones, nombre militar con los  que se denominan estos movimientos de engaño se ponen en marcha. El General Bermúdez, desde el Oriente de Venezuela, ocupa Caracas y llega, hasta Los Valles de Aragua. El Coronel Cruz Carrillo avanza por el Occidente y amenaza con llegar a la capital, ocupando Barquisimeto y San Felipe. El Libertador, avanza por el Sur, desde Barinas y obliga a los realistas a bloquear el camino que conduce a Valencia y proteger Puerto Cabello.

El General Miguel de La Torre, quien ha quedado al mando del Ejército Expedicionario,  cae en la trampa y es obligado a destacar sus fuerzas en todas direcciones para evitar el avance de los patriotas. Ya para el 7 de junio de 1821, cuando Bolívar ocupa San Carlos, el General Miguel de La Torre se encuentra en la sabana de Carabobo obligado a dar la batalla decisiva. Para su infortunio, ha perdido la superioridad numérica y también la iniciativa.

A primeras horas de la mañana del día 24 de junio, el Libertador observa desde el cerro Buena Vista las posiciones enemigas. Desde allí, analiza las fortalezas y debilidades del dispositivo, su decisión es atacar por donde lo espera Miguel de La Torre; es decir, por el Abra de Carabobo, único punto por donde se puede acceder a la llanura con cierta facilidad, a menos que se cuente con la genialidad para concretar la brillante idea de llegar a la altiplanicie por otra parte.

El Libertador tiene ambas cosas, concibe su genio que puede conducirse un ataque por el flanco derecho del enemigo, el cual no está protegido y el General La Torre considera inexpugnable. Entonces, hace llamar a uno de los guías que tomara en Tinaquillo e inquiere de él, la posibilidad de ejecutar tan arriesgada operación. El guía, el Coronel Remigio Ramos, se muestra experto e indica al Libertador una vereda poco conocida y casi impenetrable, denominada, la “Pica de la Mona” como única posible para penetrar furtivamente en la llanura sobre el flanco derecho del enemigo.

Después de meditar, por breves instantes, Bolívar se decide por la indicada vereda y ordena al General Páez penetrar por ella, con la Primera División e ir a forzar la entrada a la llanura.

Los patriotas conducidos por el Libertador atacan el centro del dispositivo y lo fijan, la Tercera División es la responsable de esta misión. El General  La Torre cree que se trata del ataque principal y mientras esto ocurre, el General Páez y el General Cedeño avanzan sin ser vistos por el flanco derecho. El Centauro de los Llanos supera con éxito los obstáculos del terreno, y cuando es detectado su movimiento, el General Miguel de La Torre trata de evitarlo empleando su artillería. De allí en adelante, sólo le queda la posibilidad a los españoles de reaccionar, y el jefe realista envía sus batallones a la salida del camino que ha tomado el General Páez para tratar de detenerlo.

Cuando la Primera División sale al descubierto y pretende subir a la sabana, se rompe el fuego de fusilería, el Batallón Bravos de Apure recibe con grandes pérdidas las primeras descargas, y casi a punto de  abandonar la lucha son reforzados por el Batallón Británico que  hacen retroceder  a la infantería española. En todo ese tiempo, la caballería del General Páez logra acceder a la llanura, y se produce la desbandada de los realistas. Para ese momento, han ofrendado sus vidas, el Teniente Pedro Camejo -el Negro Primero- y  el Coronel inglés  Thomás Ildeston Ferriar.

Se ha roto el dispositivo, y los soldados realistas huyen de las cuchillas afiladas de los llaneros. El Ejército Español termina de sucumbir ante la presión de la Segunda y Tercera División, y apenas puede el  Batallón Valencey formar un cuadro, donde se refugian desesperadamente los dispersos y los jefes españoles.

 La jornada está decidida a favor de la Patria, pero no culminará sin antes arrebatarle la vida al  General Manuel Cedeño, al Coronel Ambrosio Plaza, al Coronel Julián Mellado, y a otros tantos héroes, que como es costumbre en este ejército de valientes, querían labrar su honor peleando en un campo de batalla.

El  resto del Ejército Español se retira hasta Puerto Cabello; y allí, se encierran a reponer sus graves heridas. El éxito de la batalla es total, los realistas han perdido tres mil hombres, entre muertos, heridos y prisioneros. Por su parte, los patriotas no sobrepasan las doscientas bajas.

 “Ayer se ha confirmado con una espléndida victoria, el nacimiento político de la República de Colombia”, escribía el Libertador Simón Bolívar, un día después de la batalla. Se había logrado el objetivo, se habían reunido todas las voluntades, había valido todo el sacrificio, desde que nuestros aborígenes indígenas opusieron resistencia a los invasores, hasta que al fin, logramos combatir unidos, blancos, indígenas, negros y  mestizos, todos como venezolanos,  por una misma causa, que era la  justa causa de la libertad.

Hoy, 24 de junio de 2020, 199 años después, inicio del Año Bicentenario de esta gesta heroica, es necesario retomar la historia, y hacer un inventario de nuestras acciones concretas, de nuestras realizaciones, de nuestros ideales… ¿De qué ha servido Carabobo?, es una gran interrogante, que a su vez da origen, a otras más, y que yo me atrevo a responder; Carabobo ha servido de mucho, Carabobo, es ese mensaje de unión, de unión necesaria, que a gritos ha ido cabalgando como un potro indómito en esta llanura, a lo largo de casi 200 años de Patria Libre. Carabobo, es esa gran aula de clases que nos invita día a día, a beber de la sabiduría que nos ofrecen esos grandes maestros, como nuestro Libertador Simón Bolívar y todos los que allí lucharon. Carabobo, es aprendizaje de todos los desaciertos que tuvimos para llegar a ella, es el aprendizaje incluso de los tiempos que estamos viviendo y están por venir. Carabobo, es el velo definitivamente rasgado de nuestro Padre Bolívar, en su Carta de Jamaica.

Carabobo nos dio las claves para descifrar, entender y afrontar todo lo que estamos haciendo por esta segunda y definitiva independencia, ya que ella en sí misma, imposible pensarlo fue el punto final de los anhelos amplios y concretos de todo un pueblo.

Ella, nos dio la fortaleza para enfrentar primero todo lo que se dejaba de hacer en la post-guerra por la independencia, no en vano, nuestro Libertador en su Mensaje al Congreso Constituyente de la República de Colombia, el 20 de enero de 1830, nos recordaba: “¡Conciudadanos!, me ruborizo al decirlo, la independencia, es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás…”.  No en vano, el General del Pueblo Soberano, Ezequiel Zamora, con su grito que inundó todas estas sabanas de “Tierras y hombres libres, elección popular y horror a la oligarquía”, hacía llamados desesperados a la justicia social. Y por último, en la era de la Cuarta República, con todo el entreguismo al imperio yanqui y sus espaldas al pueblo empujó el surgir de la Revolución Bolivariana.

Hoy, gracias a Carabobo, sus enseñanzas, sus lecciones, nuestro pueblo es poseedor de una gran conciencia, esa conciencia, del cual se quejaba nuestro Libertador en su magistral discurso ante el Congreso Constituyente de Angostura, cuando nos expresaba:  “Nuestros débiles conciudadanos tendrán que enrobustecer, primeramente su espíritu, mucho antes que logren digerir el saludable nutritivo de la libertad”, esa conciencia que conservamos pese a todas las dificultades y que hizo posible, que un 4 de febrero, de 1992, ocurriera  la rebelión militar que abriría las puertas a la Revolución Bolivariana, donde un hombre asumió el liderazgo, del clamor popular y levantó la misma  bandera de aquel joven, con  voluntad de hierro, que en 1805, juró en la ciudad de Roma no darle reposo a su alma, ni descanso a su brazo, hasta lograr la independencia de su Patria.

Así llegó el Pueblo al poder, en diciembre de 1998 a través del Comandante Supremo y Eterno, Hugo Rafael Chávez Frías.

Han transcurrido veintiún años, desde que retomamos el camino de la senda victoriosa que señaló Carabobo. El esfuerzo y el sacrificio de nuestros antepasados en aquella jornada no fueron suficientes para enrumbar el camino de la Patria, que por momentos, habíamos perdido. Hoy, lo estamos transitando de nuevo, y si algo debemos tener presentes, de la célebre jornada que hizo inmortales a nuestros héroes, es que ellos, cumplieron su deber sin vacilación alguna, ese es el mensaje y ese es el ejemplo, para hoy y para siempre. No hubo dudas en reconocer la causa justa, y sabemos que la lucha que hoy libramos, desde que triunfó la Revolución Bolivariana lo es,  porque a pesar de todas las dificultades, a pesar de los problemas, de los errores y aciertos, este gobierno marcha con el pueblo y para el pueblo. Por eso, no aceptamos el chantaje que se hace a través de actos ruines, miserables, e inmorales.

Por ese motivo, no nos rendimos ante la presión materializada a través de la guerra económica, sobornos, actos terroristas, como las “guarimbas”, bloqueos financieros, utilización de mercenarios, con complicidad con el narcotráfico,  y muchos otros más con que pretenden doblegarnos, privándonos de los alimentos, medicamentos y bienes de servicio que atentan contra nuestra seguridad, tranquilidad y paz social.

Venezolanos, hijos todos de esta Patria, hoy 24 de junio, en esta fecha solemne, día del Ejército Bolivariano, les reitero que nuestro enemigo siempre ha sido el mismo, no por voluntad nuestra precisamente. Nuestro enemigo es el imperio de los Estados Unidos de Norteamérica, junto a un grupo reducido de débiles gobiernos, quienes tratan de someternos. Ese imperio, que genera guerras para satisfacer sus intereses, que genera pobreza, que contamina, que divide, que atenta contra la especie humana y la vida en este planeta. ¡Contra ese imperio luchamos y a ese imperio ¡Venceremos!

Porque hace 199 años, el pueblo que acompañó a Bolívar en aquella jornada heroica, hizo morder el polvo a quien fuera uno de los imperios más poderosos de la época, y permítanme decirles, que ese pueblo, que también era Ejército estuvo hasta un día antes de la batalla descalzo y en harapos.

Hoy, tenemos más conciencia, estamos más unidos, contamos con un Ejército profesional, claro en sus objetivos, somos uno solo… Pueblo y Ejército… Ejército y Pueblo… en fin, “Somos un pueblo, hecho cuartel, en la sabana perenne de Carabobo”.

Para finalizar, permítanme decirle unas frases escritas por el ilustre venezolano Arturo Uslar Pietri, en su obra de Carabobo… “Cuando el camino llegó a Carabobo, iba Bolívar adelante y obligaba mucho. Hoy lo tenemos detrás, y la obligación no ha hecho sino crecer”, pero más allá de eso, hoy en día, lo acompaña, nuestro Comandante Supremo y Eterno Hugo Rafael Chávez Frías, y esa obligación ya se ha convertido en nuestra propia vida. Ya se ha convertido en un deber ineludible de todo revolucionario.

Pueblo de Venezuela, aquí está el Ejército Bolivariano a sus órdenes, organizado, entrenado y  listo para el combate.

Al frente… tenemos a Carabobo, con toda su carga histórica y toda su obligación.

Muchas gracias…

¡Chávez vive!… ¡Leales siempre!

¡Venceremos!

Siguiente

Mensaje del ciudadano General en Jefe Vladimir Padrino López, en ocasión de celebrarse el 199° Aniversario de la Batalla de Carabobo y Día del Ejército Bolivariano

Próxima

Mensaje del ciudadano General en Jefe Vladimir Padrino López en ocasión de celebrarse el Día Nacional del Periodista